Un mensaje sencillo, pero NO simple ⚠

Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.

Marcos 4:33

Las Parábolas

Las parábolas eran un recurso muy usado por el Señor Jesús en el siglo primero durante su ministerio, algo muy parecido al cuento corto que trata de explicar una verdad oculta.

El autor Roberto Fricke S. en su libro “Las parábolas de Jesús, una aplicación para hoy”, nos desglosa su concepto y propósito, donde nos dice que una parábola es un recurso (lingüístico o literario) que pretende comparar una cosa con otra, puede ir de lo conocido a lo desconocido, donde observamos que el Señor en la mayoría de los casos comparaba al Reino de Dios con alguna otra cosa y de esa manera poder dar a entender su punto.

El mismo Fricke asegura en su libro, que el Señor Jesús no siempre usaba las parábolas para comparar, sino que tenía múltiples formas de usarlas para hacerse entender al pueblo, pero no con esto el Señor sacrificaba la calidad de su mensaje. Esto me lleva a pensar en “un mensaje sencillo, pero no simple”

¿Qué significa tener un mensaje sencillo?

En la vida ministerial debemos reconocer que predicar siempre será un arte, al igual que cantar o hacer teatro. Predicar es un arte, y deben usarse todas las herramientas necesarias para hacer entender el texto. Para esto tenemos la exégesis y la hermenéutica.

Todas estas herramientas nos ayudan a extraer los principios inmersos en el texto de la manera correcta sin ningún tipo de inventos propios. Todas estas cosas son interesantes y sobre todo cuando esbozamos el mensaje de la manera expositiva correcta. Pero muchas veces cometemos el error de predicar de manera compleja a un pueblo sencillo.

No confundas sencillo con simple

El Señor Jesús estaba rodeado de personas sencillas, pero no simples. Cuando leemos en la Biblia lo que es un Simple, como por ejemplo en el Salmo 119:130:

La exposición de tus palabras alumbra; Hace entender a los simples.

Allí la palabra “Simple” se refiere a los “Tontos” o personas que son fáciles de seducir. Muchas personas solían seguir a Jesús, eran pescadores, cobradores de impuestos, vagabundos, gente pobre y con problemas de salud, como también soldados y maestros de la Ley, y le seguían porque Jesús no les hacía sentir como tontos.

Si hay algo despreciable de escuchar es a una persona que te hable como a un tonto, como a un simple, porque generalmente cuando te hace sentir eso es porque fue su intención o simplemente no sabe comunicar.

El predicador que te hace sentir como un tonto en su predicación, créeme que lo hace con toda la intención y no debes culparte por sentirte así, eso no tiene que ver con tu posición social o económica, tiene que ver con la empatía que debe transmitir un maestro de la Palabra para que el pueblo le entienda con amor.

De lo simple a lo complejo

Los mensajes del Señor Jesús eran como un viaje por el mar, donde el inicio era suave y tranquilo, pero de repente a mitad del viaje una tormenta azota la embarcación para luego al llegar a la otra orilla, los viajeros sientan la satisfacción de haber sobrevivido dejándoles una gran lección de vida.

Podemos, como pastores o predicadores, estudiar esta forma de predicación del Señor Jesús, que consistía de ir de lo sencillo a lo complejo y no de lo complejo a lo más complejo. La comparación parece ser el corazón de una parábola, por lo que el Señor Jesús tomaba algo cotidiano, algo conocido por el pueblo y de esa manera ser entendido.

Es fascinante observar como el Señor compara al Reino de Dios con una semilla, con la luz, con la levadura, con una mujer buscando una moneda e incluso con un niño. Son historias muy entretenidas, pero que nos llevan de lo sencillo a lo complejo.

Conociendo a tu comunidad

¿Qué personas te rodean? ¿Qué oficios practican? ¿Cómo se ganan la vida? Parecen preguntas que el mismo Señor Jesús se hizo durante años antes de iniciar el ministerio. Es obvio que todos nacemos dentro de una comunidad con tantas historias de vida que hacen de ella un libro abierto para comprender el comportamiento y las necesidades de ese pueblo.

El Señor Jesús tocaba el corazón de sus seguidores porque él mismo vio a los sembradores, a los cobradores de impuestos, a su propia madre buscar una moneda perdida, a los pescadores y sus redes, a los niños con sus sueños y deseos.

También vio la injusticia y conoció la maldad de los hombres, esto hacía que su mensaje fuese cercano a su comunidad. Un predicador debe estar sumergido en la Palabra de Dios y sumergido en su comunidad para enseñarles con amor. Ya basta de predicadores predicándose a sí mismos o pensando que un mensaje popular salva al alma humana. Tienen que ser mensajes que vayan de lo sencillo (la comunidad y sus vivencias) a lo complejo (el Reino de Dios y la eternidad).

La Ayuda del Espíritu Santo

Ha de suponerse que el predicador ha internalizado la Escritura y tiene algo que decir al pueblo. Aunque no lo creas, la gente, aunque tiene necesidad de conocer verdades teológicas muy profundas que según el caso puedes enseñar en un estudio Bíblico.  La gente se nutre más por saber cómo mejorar su relación con Dios.

Temas como la lascivia, la mentira, el matrimonio consagrado a Dios, como aprovechar la juventud, qué hacer con un hijo rebelde, como acercarme a Dios. Que sin duda necesitaras una explicación teológica para ello. Son los temas que más nutren al alma humana porque es el día a día de la gente.

Pero no podemos dejar de lado a la persona más importante “El Espíritu Santo de Dios” quien nos ministra sobre qué y como predicar al pueblo de Dios y esa relación con el Espíritu de Dios nos acerca al Padre por medio del Hijo.

Es lo que sucede cuando un mensaje es direccionado por el Espíritu de Dios, De manera que el predicador debe ser ministrado para ministrar.

El Apóstol frente a una división de la iglesia en cuanto a los que querían conocimiento y a los que querían señales dijo:

Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

1Co. 2:3-5

Es a Cristo a quien hay que predicar, es el esfuerzo que debe hacer el predicador por llevar a Cristo al conocimiento del pueblo, pero debe ser con un profundo conocimiento en las escrituras y una profunda relación con Dios, recordando que predicamos a un pueblo sencillo pero no tonto.

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Martin Disrael Malavé

Pastor, Escritor & Autor del Blog

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