El mensaje de la Biblia para los militares

[Fotografía | Federico Parra]

En un momento histórico en el que todos se sienten en la necesidad de decir algo a los militares venezolanos, acaso ¿Tiene Dios algo que decirles? ¡Mucho! Dios se revela a sí mismo como Jehová de los ejércitos, poderoso en batalla, y garante de la seguridad de su pueblo. De manera que si alguien comprende el servicio militar es Dios.

Cuando Juan El Bautista predicó para anunciar que el reino de los cielos había llegado, los militares preguntaron:

¿Y nosotros qué debemos hacer? ¿Qué demanda Dios de nosotros?

La respuesta fue clara y puntual:

No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis, y contentaos con vuestro salario (Lucas 3:14).

Un mandato que no ha perdido vigencia y que alcanza a todos los uniformados que enfrentan las mismas tentaciones, comenten los mismos delitos y expresan las mismas excusas en cualquier lugar y período de la historia.

A Cristo los soldados le hicieron lo que aún se practica en este mundo caído: le violentaron todos sus derechos humanos: le maltrataron, se burlaron, abusaron de su dignidad, le desnudaron, hicieron de sus pertenencias un botín de guerra que se repartieron echando suerte, y obedecieron a la autoridad de turno actuando con injusticia porque estaban siguiendo órdenes.

Un ejemplo bíblico de un militar consagrado a Dios en medio de fuertes tensiones políticas y de la opresión hacia su fe es Mardoqueo. Su historia se relata en el libro de Ester.

Poner el foco de la atención en su persona es una excelente ayuda a todo militar que desee saber como puede honrar y agradar a Dios en horas oscuras. Mardoqueo era uno de los judíos que fueron llevados cautivos cuando Babilonia conquistó Jerusalén y continuó en cautividad durante el imperio persa; debió llegar joven, quizás niño, y fue allí donde se convirtió en soldado, y no en un soldado común, sino en un miembro de la guardia real.

En general, el ejército persa durante el reinado de Asuero es reconocido históricamente por su diversidad debido a la integración de jóvenes de diferentes naciones a las que este imperio en expansión iba sometiendo. Pero el grupo élite, los llamados “inmortales”, estaba predominantemente integrado por ciudadanos persas, por razones de seguridad.

El también denominado ejército de los 10 mil, debe su nombre a que los persas se aseguraban de tener un rápido relevo, garantizando ese número de soldados en batalla en caso de que alguno enfermara o muriera. De esa cantidad, unos, mil estaban dedicados a la guardia real, y de ellos formó parte ese judío llamado Mardoqueo, quien debió mostrar alguna cualidad sobresaliente o capacidad que le hiciera formar parte de ellos siendo extranjero.

La Biblia no declara cómo llegó a integrarse a la guardia real, pero las fuentes históricas afirman que, para ser parte de “los inmortales”, era necesario demostrar excelentes habilidades marciales y un gran carácter. Por eso es posible que estos soldados fueran entrenados desde la infancia para alcanzar la excelencia en el uso del arco, lanzar la jabalina o montar a caballo.

También debían demostrar resistencia ante cualquier condición climática y poder alimentarse en condiciones extremas. Las pruebas atléticas y de resistencia eran comunes y se les enseñaba la religión persa. El servicio militar comenzaba a los 20 años y culminaba a los 50.

A su retiro eran compensados con concesiones de tierra y una pensión. Sin embargo, no tenían que esperar el retiro para gozar de algún beneficio, pues normalmente tenían grandes privilegios económicos para el sustento de sus familias.

Ese Mardoqueo, a quien el relato bíblico nos presenta como un hombre calmado y de firmes convicciones, portaba un conjunto de características ejemplares:

  1. Era un excelente militar de carrera, un soldado probado y aprobado por los hombres para servir a un pueblo y a su rey. En otras palabras, es la imagen de un hombre que se esforzó y luchó legítimamente para obtener su rango dentro del ejército.
  2. Era un hombre de familia: Adoptó y educó a su prima huérfana, Ester, y ejerció esa paternidad postiza de manera afectiva y efectiva, ganando el amor, el respeto y la obediencia de esa niña.  
  3. Fiel al rey y a la legislación: Demostró su lealtad al rey Asuero librándole de una conspiración para asesinarlo.
  4. Era un hombre prudente y firme en sus convicciones: como extranjero cautivo mantuvo su origen y su fe en secreto soportó constantemente la presión de sus compañeros de trabajo que esperaban que él se comportara igual que ellos rindiendo pleitesía a un funcionario público del reino que exigía adoración.    
  5. Mardoqueo supo reconocer en qué momento su servicio profesional y su obediencia al Dios del cielo entraron en concreta oposición; tuvo que decidir, cuando plantarse en desobediencia a los hombres y obedecer irrestrictamente a Dios, confiando en que Él intervendría y traería respiro y liberación a su pueblo.

La integridad y la fe de Mardoqueo lo llevaron a ser el instrumento preparado por Dios para preservar al pueblo de Israel ante la agenda de muerte impuesta por un hombre al servicio de las tinieblas que no toleraba que pudiese existir un pueblo dispuesto a obedecer a Dios por encima de cualquier decreto humano.

Mardoqueo reconoció su lugar y la demanda del Señor hacia su vida en una época de oscuridad, y debió elegir entre dos opciones posibles: aferrarse a su posición y a su trayectoria como soldado para intentar salvarse a sí mismo, o renunciar a su seguridad y humillarse ante Dios confiando en que Dios le había puesto en el lugar y la hora exacta para glorificar Su nombre a través de Él.

Llegada la hora de mayor conflicto, Mardoqueo alzó su voz públicamente y clamó a Dios en ayuno y oración junto a todo el pueblo de Dios; Mardoqueo entendió que esa batalla no la libraría con sus armas de soldado, sino con su armadura como creyente. Fue la humillación de todos la que provocó una intervención sobrenatural para que desde la posición de Mardoqueo como soldado y de Ester como reina, Dios llevara a cabo sus planes y el decreto de muerte sobre su pueblo fuese revertido. Mardoqueo fue recordado como un militar que “procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje” (Ester 10:3).

En la actualidad en nuestras fuerzas armadas quizá no todos los soldados tengan una ficha de vida así de íntegra como la de Mardoqueo, pero cuando Cristo estuvo entre nosotros, reconoció la fe de un soldado romano que le rogó su ayuda y en plena conciencia de sus pecados le mandó a decir: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, solamente di la palabra y mi siervo será sano” (Mateo 8:8). La escritura afirma que Cristo se maravilló y alabó la fe de este soldado y le concedió lo que pedía. El Señor Jesús sigue dispuesto a escuchar la voz de todo militar cuya hoja de vida es vergonzosa, pero da un paso de fe y es capaz de humillarse ante Él.

En la escena de la cruz, dos hombres se encontraron con su Salvador: uno, un delincuente confeso crucificado al lado de Cristo, y el otro, un soldado a los pies del madero, quien al ver a Jesús dar su último suspiro, con dolor y temblor expresó: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15:39).

Que el Espíritu Santo ilumine el espíritu de los soldados venezolanos mientras la iglesia cristiana hace sin cesar oración por ellos.

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